VOLCÁN POPOCATEPETL


Leyenda de los volcanes

hisvolcanb
Iztaccihuatl, hace ya miles de años,
fue la princesa más parecida a una flor,
que de la tribu de los viejos caciques
del Capitán más gentil se enamoró.

El padre augustamente abrió los labios
y dijole al Capitán seductor,
que si tomaba un día la cabeza del cacique enemigo,
en su vara y lanzón.

Encontraría preparados,
a un mismo tiempo
el festín de su triunfo
y el lecho de su amor.

Y Popocatépetl fuese a la guerra
con esta esperanza en el corazón
domo la rebeldía de las selvas obstinadas,
el motín de los riscos contra su paso vencedor.

La osadía despeñada de los torrentes,
y la acechanza de los pantanos en traición;
y contra cientos y cientos de soldados,
años de años gallardamente combatió.

Al fin torno a la tribu,
y la cabeza del Cacique enemigo
sangraba en su lanzón.

Hallo el festín del triunfo preparado,
pero no así el lecho de su amor;
en vez de lecho encontró el túmulo.

En que su novia,
dormida bajo el sol esperaba
en su frente el beso póstumo de la boca
que nunca en vida la beso.

Y Popocatépetl quebró en sus rodillas
el haz de las flechas;
y, en una sorda voz conjuro
las sombras de sus antepasados
contra las crueldades de su impasible Dios.

Era la vida suya, muy suya,
porque contra la muerte la gano;
tenia la riqueza; el poderío;
pero no tenia el amor...

Entonces, hizo que veinte mil esclavos
alzaran un gran túmulo ante el sol:
amontono diez cumbres en una escalinata
como de alucinación;

Tomo en sus brazos a la mujer amada,
y él mismo sobre el túmulo la coloco;
luego, encendió una antorcha, y,
para siempre, quedo en pie
alumbrando el sarcófago de su dolor

Duerme en paz, Iztaccihuatl;
nunca los tiempos borraran los perfiles
de tu casta expresión.

Vela en paz, Popocatépetl;
nunca los huracanes apagaran
tu antorcha eterna de amor.

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